Yukio Mishima – Fragmento de El marino que perdió la gracia del mar

– Sigue hablando, por favor- pidió Fusako, y entonces él supo que estaría bien besarla. El suave e inflamado juego de sus labios cambiaba levemente en cada contacto, en cada apretado intermedio, mientras recodo a recodo se derramaban mutuamente llenos de luz, hilando en una sola fibra luminosa toda la suavidad y toda la dulzura. Los hombros bajo sus ásperas manos eran ahora más reales que cualquier sueño. Como un insecto que plegara sus alas, Fusako bajó sus largas pestañas. Ryuji pensó que aquella felicidad era capaz de volver loco a cualquier hombre. Era una felicidad que se resistía a ser descrita. Al principio, el aliento de Fusako parecía remontarse desde algún lugar del pecho, pero su olor y calor fueron cambiando gradualmente hasta que Ryuji llegó a pensar que le nacía de algún abismo insondable de sí misma. El fuego que inflamaba su aliento era también distinto.

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