Susana Fortes – Fragmento de El amante albanés

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Quedaron los dos recostados contra la pared, apoyados el uno en el otro, los ojos tensos, retadores, mirándose con asombro, con pavor, respirando como al final de una escapada. Después, Ismaíl dibujó un segmento breve con los dedos en el cuello de ella, mientras prolongaba la caricia con la mirada por los huesos de la clavícula, la abertura oscura del escote hasta el inicio de los senos. A duras penas podía aguantar la opresión que sentía en el pecho, el vértigo en el estómago. Sus bocas estaban muy próximas. Fue ella quien adelantó el rostro para besarlo, transfigurándose entera con la urgencia convulsa del abrazo. Alzó las caderas para adherir su vientre al de Ismaíl. No hablaban, como si necesitasen apurar el aire que se quemaba entre ambos sin la mediación pudorosa de las palabras. Formaban una extraña escultura anudada en la penumbra de la habitación, apretándose ya sin recato, las manos enredadas debajo de la ropa, el sexo de él empujando recio de pronto a través de la tela del pantalón, al tiempo que la lluvia se recrudecía afuera y desaguaba por los canalones de cinc, las caras inclinadas, las bocas buscándose con avidez y fatalidad, los labios húmedos, las aletas de la nariz temblorosas, mientras se les aceleraba la respiración a un ritmo cada vez más sofocado, urgente, acrecentado también por el peligro de que cualquiera pudiera sorprenderlos.

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